Hasta hace muy poco íbamos de aquí para allá como si no hubiera un mañana. Mail va, mail viene, reuniones por la mañana, reuniones por la tarde, hoy toca viaje en AVE, pasado mañana viaje en avión, y así una semana detrás de otra. Y todo esto lidiándolo con la familia y los niños (quien los tenga) y buscando un hueco en la agenda diaria para practicar algo de deporte (los más afortunados).

Y de repente, todo se para.

Y de repente, el mundo nos dice, ¿dónde vais tan rápido?

Y de repente, nos damos de pleno con la realidad de nuestras vidas, “absurdas”.

Sin esperarlo, sin haber preguntado, sin siquiera haberlo sospechado, la naturaleza nos habla y nos invita a tomarnos un tiempo, obligado, para reflexionar sobre si ésta es la vida que queremos llevar y si es ésta la manera en la que deseamos gastar uno de los activos más preciosos que tenemos, nuestro tiempo.

Es verdad que el cómo ha sucedido todo, fruto de un virus maldito, con unos resultados a nivel de vidas humanas tremendo y con una incertidumbre económica muy importante, no es la mejor manera. Pero, en cualquier caso, sí nos debería de haber servido para parar un momento y decir: “espera un poco, ¿es así cómo quiero seguir viviendo?, ¿es así como quiero dedicar el tiempo de cada día?”.

Cada uno de nosotros hemos afrontado este periodo de manera diferente. Mucho tiene que ver si hemos podido seguir trabajando o no, si tenemos niños o no, si tenemos una casa pequeña o más grande y con jardín. Si vivimos solos o acompañados. En cualquier caso, y con independencia de lo anterior, lo que si nos ha servido a todos, o debería, es para reflexionar.

Hemos visto como en un abrir y cerrar de ojos hemos perdido todo aquello que dábamos por hecho, todo eso a lo que en nuestro día a día no le dábamos la atención adecuada porque siempre había estado ahí. El mundo tal y como lo conocíamos se ha puesto en riesgo por algo invisible a los ojos y, nunca mejor dicho, en un abrir y cerrar de ojos.

Pues bien, si algo me ha dejado claro el tiempo de estos últimos meses, más si cabe, es que no debemos dar la cosas por supuesto. Debemos valorar cada día por lo que verdaderamente es, un regalo. Estar bien, estar sanos y que los tuyos también lo estén debe estar presente en cada uno de nosotros de manera diaria; nos debe de ayudar a disfrutar de cada día con aquellos que más queremos, sin esperar a mañana. Cada día es para vivirlo con alegría, trabajando, haciendo deporte, con tus hijos, con tu pareja, con…

Lo que de verdad importa no son cuantos mails contestaste en el día, o si llamaste a 3 clientes más o menos, o si incluiste una ciudad más en tus viajes del mes. Lo que de verdad importa son tus seres queridos, esos que están ahí (familia o no), es la salud que te mantiene despierto y que debemos cuidar llevando una vida activa y saludable. Lo que de verdad importa es cuidar la naturaleza y darla un respiro.

Lo que de verdad importa es… Ya sabes tú lo que de verdad importa.