Algo tan sencillo como salir a caminar al exterior, a respirar aire fresco y renovado, a sentir el viento en nuestra cara, a distraer la cabeza con nuevas imágenes y pensamientos, tiene unos efectos reparadores extraordinarios e instantáneos en nuestro estado de ánimo y capacidad creativa.

En muchas ocasiones nos empeñamos en sentarnos delante de una mesa y un ordenador, con nuestros cuadernos y nuestros post-its, con los mismos estímulos de siempre pensando que es la mejor manera de resolver un problema o de encontrar nuevos puntos de vista. A veces lo conseguimos, es verdad, pero por experiencia propia puedo decir que las mejores ideas, los nuevos enfoques de abordar un problema o la mejor manera de preparar una nueva presentación importante las he conseguido en su gran mayoría de veces al aire libre o después de volver.

Los tremendos efectos positivos y favorables que tiene el salir ahí fuera, comenzar a caminar y dejar de pensar temporalmente en lo que nos intranquiliza o incomoda es impresionante. Respirar aire puro, activar la circulación y nuestra musculatura, oxigenar la cabeza, son efectos inmediatos de esta salida y sus consecuencias son maravillosas.

Nada más salir, en muy poco tiempo, nos sentiremos mejor y diferentes, comenzaremos a estar más relajados y veremos como, sin saber muy bien por qué, comenzarán a llegarnos de una manera continua y natural nuevos pensamientos e ideas que ayudarán a resolver el punto donde nos encontrábamos encallados. Estos efectos que parecen irreales y difíciles de creer, no son más que el resultado normal de lo que la práctica deportiva y el movimiento del cuerpo produce en nuestro cerebro y estado de ánimo.

Por eso, cuando se te acaben las ideas, no sepas como resolver un problema o tu creatividad esté por los suelos, cálzate unas zapatillas y sal a caminar. Y si estás en la oficina, sin zapatillas (buena excusa) sal a caminar igualmente.