Las vacaciones se acabaron para casi todos. Atrás han quedado esos días de descanso y tranquilidad, de mañanas sin despertador y tardes con siesta, de chapuzones en la piscina y baños en el mar, de tranquilas lecturas y de ritmos pausados.

Toca volver a la rutina del año y al día a día frenético. El madrugar vuelve y los colegios también. Algunos tendrán síndrome postvacacional y otros lo llevarán con mejor resignación. Y por si todo esto fuera poco, encima nos toca volver a “currar”.

¿Currar? O estará mejor dicho trabajar.

Nunca he entendido por qué de manera tan generalizada y aceptada por nuestra sociedad la gente se refiere al acto de trabajar de una forma que le acompaña una connotación tan negativa: “bufff, voy al curro”, “mañana no puedo ir porque me toca currar”, “todavía estoy currando”, “no tengo curro” (aun cuando no se tiene trabajo ya nos referimos así para hablar de él), etc. Y en muchos casos se entiende el trabajo como una cárcel a la que ir a diario.

Es verdad, desgraciadamente no todos los trabajos son el ideal, las condiciones las mejores, los compañeros y jefes los apropiados o los salarios acordes a los requisitos exigidos. Pero al margen de ello, ¿Y si cambiáramos el enfoque de lo que entendemos por trabajar? ¿Y si buscáramos la manera de entender que es algo, no solo necesario, sino que nos va a seguir realizando como profesionales y personas? ¿Y si en vez de entristecernos por “currar” nos alegráramos por poder ir a trabajar?

Trabajar es una oportunidad para evolucionar, para perseguir objetivos y conseguirlos, para aprender cosas nuevas y exigirte. Trabajar nos enriquece, nos hace sentirnos útiles y valiosos para esta sociedad.

Si cuando piensas en trabajar, piensas en “currar”, prueba a hacer deporte con regularidad. Prueba a liberar ese estrés y agobios de la vida moderna con su práctica habitual, prueba a sentir sus tremendos beneficios para el cuerpo y mente. Empezarás a afrontar los días con otra actitud. Cada vez te sentirás más positivo, con más energía para atacar grandes retos y sobrellevar el “curro”.

Ese cambio de chip, esa nueva forma de pensar, nos ayudará a hacer frente a los días de otra manera y disfrutar progresivamente. Si lo conseguimos, poco a poco nos será más fácil y, en menos de lo que pensamos, dejaremos todos de ir a “currar” para comenzar a ir a trabajar.